Ayer sábado
se celebró el 70º aniversario del Día de la Victoria, en el que se conmemora la
firma de la rendición incondicional de Alemania.
Se
celebra el día 9 de mayo, aunque realmente se firmó la rendición el 8 de mayo a
las 22:43 horas del día 8 en Berlín, que con el cambio horario eran las 0:43
horas de Moscú del día 9. En las últimas décadas se ha generalizado celebrarlo
el mismo día, el 9 de mayo.
Este día
oculta un dato, es el día de la victoria en Europa, pero la guerra continuaba;
de hecho las bombas atómicas lanzadas en Hiroshima y Nagasaki fueron un 6 y un
9 de agosto del 1945. Japón se rindió el 14 de agosto y China lo hizo el 9 de
septiembre.
Esta efeméride
me sirve de excusa para explicar 3 historias increíbles de la II Guerra Mundial,
de esas que no salen en los libros de texto.
El piloto
que voló sin piernas
Douglas
Bader fue un famoso piloto de la Royal Air Force británica. Con 21 años, un accidente
aéreo casi le costó la vida y le amputaron las dos piernas, tras recuperarse el
Ministerio del Aire le otorga una pensión por invalidez total.
El
estallido de la II Guerra Mundial le da una oportunidad para volver a pilotar
y, a través de un conocido, es readmitido para pilotar modestos aviones. Al
poco tiempo, gracias a su habilidad y talento, va escalando posiciones y llega
a ser Comandante. En 1941, Bader sobrevolaba Francia y es alcanzado por un
proyectil. Su avión es derribado y el salta en paracaídas sin sus piernas ortopédicas,
cayó en territorio alemán.
Bader es
apresado, era ya una figura del ejército británico y el capitán de la Fuerza Aérea
alemana Adolf Galland quiso compartir una cena con él. En ella se acuerda que
un avión británico sobrevolase la Francia ocupada para lanzarles en paracaídas un
nuevo par de prótesis. La operación fue un éxito.
Con sus prótesis
realizo varios intentos de fuga, hasta el punto que los alemanes tuvieron que
confiscarle las prótesis para evitar que pudiera escapar.
En 1945,
a medida que le ejército nazi iba siendo derrotado, los prisioneros iban siendo
liberados. El 15 de septiembre de 1945 encabezó el desfile aéreo de la Victoria
en el cielo de Londres.
Un
arquero en la II Guerra Mundial
Jack
Churchill se alistó por 2ª vez en el ejército británico al estallar la II
Guerra Mundial. En la primera ocasión se paso la mayor parte del tiempo
aprendiendo a tocar la gaita y a viajar por la India en moto, tras el abandono
del ejercito llegó a representar a Inglaterra en el Campeonato Mundial de Tiro
con Arco en 1939.
En sus
actuaciones en la II guerra Mundial fue donde se ganó su fama de loco. En
diciembre de 1939 en Polonia, sorprendió a todos abalanzándose sigilosamente
hasta unos 50 metros de las trincheras alemanas, disparando flechas hasta que
los soldados enemigos comenzaron a agitarse y gritar. Poco después, en mayo de
1940, en Francia, cuando estaba al mando de una compañía de infantería que
debía defender un pueblo, fue capaz de acercarse hasta un granero sin ser visto
por los nazis, y atravesar con una flecha desde 30 metros de distancia a un
sargento alemán, antes de que comenzaran los disparos de sus hombres contra el
resto de enemigos. Sus conquistas y el asombró de sus
compañeros y superiores no se detuvieron ahí. En diciembre de 1941, en la
Noruega ocupada por Hitler, fue el primer hombre que puso su pie en la playa,
al frente de dos compañías dentro de la «Operación Arquería». Churchill
desembarcó con su espada en alto contra la batería enemiga mientras gritaba a
sus soldados, y los enemigos cayeron pronto, en una acción que le valió su
segunda Cruz Militar.
Su
momento cumbre llegó en otoño de 1943, durante el ataque nocturno a la
población italiana de Piegoletti. Tras intimidar y capturar a 136 soldados
alemanes al grito de «¡Comando!», consiguió infiltrase en el pueblo y continuar
intimidando a los enemigos sin ser descubierto, tan solo con su espada,
haciéndose con los puestos de guardia y sin disparar una sola bala. Por esta
acción recibió una nueva condecoración. Su suerte se acabó en 1944, en
Yugoslavia, tras quedar aislado con seis de sus hombres en el ataque a una
posición alemana. Cuando todos sus hombres cayeron heridos, el «Loco Mad» sacó
su gaita y comenzó a tocar «No volverás» para animar a los soldados, pero una
granada cayó a su lado y le dejó inconsciente. Al despertar, estaba rodeado de
nazis.
Fue
enviado al campo de concentración de Sachsenhausen, donde conoció a veteranos
que habían participado en el hecho real que inspiró la famosa «Gran evasión».
Se unió a ellos y, en su lucha continua, consiguió excavar un túnel por debajo
de los muros de la prisión y escapar. Estuvo libre 14 días, hasta que la
Gestapo volvió a capturarlo. A pesar de las órdenes de Hitler de ejecutar a
todos los enemigos, un capitán nazi se negó a hacerlo, por lo que, al término
de la guerra, cuando tenía 40 años, pudo ingresar en la escuela de saltos,
hacer se paracaidista y seguir participando en acciones militares estratégicas.
Un oso
con el ejército polaco
1939,
Polonia es invadida por rusos y alemanes, muchos polacos fueron apresados y
enviados a los gulags soviéticos. Tras la ruptura de las relaciones entre la
URSS y Alemania, Stalin liberó a estos presos con la intención de constituir el
Segundo Cuerpo del ejército polaco. Este cuerpo fue enviado a Oriente Medio
como apoyo al ejercito británica y mientras la 22ª Compañía cruzaba las
montañas de Irán, un niño les ofreció un pequeño osezno y se lo quedaron como
mascota. Le pusieron el nombre de Vojtek y se convirtió en uno más, bebía cerveza,
fumaba cigarrillos y llevabas pesadas cargas. Cuando la 22ª Compañía se
traslado a Europa, lo embarcaron con numero y rango de ayudante de artillería.
En la batalla de Monte Cassino, en 1944, tuvo su momento heroico; Vojtek estuvo
transportando obuses de 50 kilos durante varias horas sin parar.
Al final de la guerra, los soldados polacos fueron
trasladados a Gran Bretaña. En la ciudad de Glasgow fueron recibidos triunfalmente por la población, ese fue el gran momento de
gloria del que era ya popularmente conocido como el Oso Soldado. Finalmente el
oso se quedó en el zoologico de la ciudad siendo
un ejemplar muy famoso durante muchos años. Vojtek murió en diciembre de 1963 cuando tenía 22
años. Las autoridades del zoo erigieron una placa en su memoria, en una ceremonia
a la que asistió una nutrida representación de los soldados que habían
compartido con él aquellos violentos pero emocionantes años.
El Imperial War Museum de Londres tiene un
estatua como homenaje a Vojtek, en homenaje a este animal que entró con todos
los honores en la historia militar, no sólo por su espíritu de sacrificio, sino
por la camaradería y amistad demostrada durante la guerra, lo que le hizo
ganarse para siempre el respeto y la admiración de sus compañeros.
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