El pulpo “a feira” es uno de los platos más
conocidos de Galicia.
A pesar de ser un producto de costa, es
muy consumido en el interior; además, ni en el Cantábrico ni en Portugal se
estila hacerlo así.
¿Cuál es el origen de esta forma de
prepararlo?
Lo que está claro es que el pulpo no era
lo más apreciado en las costas gallegas, en un mar donde abundaban los bogavantes,
las cigalas, las ostras o las nécoras, el pulpo o pescados como el congrio,
eran menospreciados y eran los que vendían
al interior. El pulpo se secaba al sol y este se conservaba seco hasta su
consumo, en Grecia todavía es costumbre.
El origen del plato es controvertido:
por un lado se atribuye al pueblo de Carballiño, en Orense y por otro se dice
que la receta es de origen maragato.
En Carballiño existe un monasterio donde
un noble tomó retiro, sus posesiones pasaron al monasterio y, aunque luego se
retractó del retiro, el diezmo continuaba llegando. Entre ellos pulpos secos,
poco valorados en la costa y que se secaba bien. Ante la gran cantidad de piezas
que recibían decidieron repartirlo entre los feligreses y este se popularizó y
se extendió por las ferias de los alrededores.
La otra versión, bastante más creíble, o
como mínimo muy coherente, es que los comerciantes leoneses, que solían ser de
la región de la Maragatería y conocido como arrieros maragatos, viajaban por la
península comerciando con el pimentón extremeño que compraban los gallegos para
la matanza, el aceite de oliva y el pescado seco de la costa al interior. En su
cocina se combinaban esos productos de comercio y surgió el pulpo tal como lo
conocemos, que se popularizo en las ferias donde vendían sus productos.
Sea cual sea el origen nos encontramos
ante uno de los platos estrella de la gastronomía española.
Uno de los mitos sobre el pulpo es que
no se puede comer con agua, yo sufrí esta creencia pudiendo beber cualquier bebida
menos el agua para acompañar un plato de pulpo, decían que se hinchaba en el
estomago. La creencia seguramente surgió de ver como con agua se rehidrataba el
pulpo y este se hinchaba y pensar que en el estomago podía pasar lo mismo.
Yo, por si acaso, siempre con vino.
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