Tras la finalización
de la II Guerra Mundial, en 1945, la FIFA planteó la necesidad de crear una
nueva edición del campeonato de fútbol. Se planteó la posibilidad de que Suiza,
país neutral en el conflicto mundial, lo organizará en 1949. El problema era
que el país helvético no contaba con suficientes infraestructuras para
organizar el torneo.
Brasil dio un paso al
frente y propuso un proyecto muy similar al que tenía preparado para el 1942 y
que, a causa de la II Guerra Mundial no se adjudicó, para el año 1950. En el
congreso de Luxemburgo de 1946, la FIFA aprueba la celebración de los 2
próximos mundiales en Brasil y Suiza. Además, renombra la copa de la victoria,
como Copa Jules Rimet en homenaje a los 25 años de presidencia de este y se
readmiten a las 4 federaciones británicas en la asociación.
El torneo se debía disputar con 16 selecciones
y, como en Francia 1938, la campeona y la anfitriona tenían plaza asegurada. Finalmente,
solo participaron 13 países, 7 americanos y 6 europeos, donde por primera vez
participaba Inglaterra, la cuna del fútbol. Las ausencias más destacadas las de
Argentina, enemistada con Brasil; las de Francia, por razones económicas; la de la URSS, que no quiso participar y las de Alemania y Japón que fueron excluidas del
torneo.
Una de las novedades
fue que, tras la liguilla de la fase inicial, la fase final sería otra liguilla
entre los campeones de grupo. No habiendo, por lo tanto, una final. Los
argumentos eran el aumento de la recaudación al haber mas partidos y una mayor emoción.
Nunca más se volvió a repetir aquella formula.
Para la fase final, se clasificaron
Brasil, España, Uruguay y una Suecia que sorprendió eliminando a Italia. Brasil
realizó una exhibición goleando a Suecia 7-1 y a España 6-1, mientras tanto
Uruguay empató 2-2 contra España y ganó a Suecia 3-2. En la última jornada se
enfrentarían, curiosamente, las 2 únicas selecciones con posibilidades de ganar
el trofeo: Brasil con 4 puntos y Uruguay con 3. Uruguay estaba obligado aganar,
Brasil tenía suficiente con un empate en casa.
El 16 de julio se
disputó el último partido de la fase final de este mundial en el estadio de
Maracaná con alrededor de 175.000 espectadores. El ambiente era de fiesta
convencidos de la consecución del título, los periódicos titularon que Brasil
ganaría el Mundial y hasta el presidente de la FIFA, Jules Rimet, tenía
preparado un discurso en portugués. Nadie pensaba en el empate, solo en los
goles que le caerían a Uruguay. Incluso el seleccionador uruguayo apeló al
honor charrúa para no salir derrotados por una goleada y planteó un sistema
ultradefensivo.
De camino al terreno
de juego Obdulio Varela, el capitán, gritó a sus compañeros que no se dejasen
impresionar por el ambiente, que el partido se jugaba en el suelo. Uruguay
salió y aguantó la primera parte, pero a comienzos de la segunda, Brasil marcó
y Maracaná estalló de júbilo. Uruguay fue capaz de enfriar el partido y
empatarlo en el minuto 66. El estadio enmudeció y a los cariocas les empezó a
temblar las piernas. En el 79 Gighias marcó el 2 a 1 y Brasil fue incapaz de
reaccionar. Uruguay se proclamaba campeón mundial y esa jornada pasaría a la
historia como “el Maracanazo”.
Cuando Jules Rimet se
disponía a dar la copa, no había cortejo, ni banda de música, ni dirigentes. La
fiesta se había suspendido. Localizó a Varela en una esquina del campo y le dio
la copa sin ninguna ceremonia, solo con un estrechón de manos y sin decirle ni
una palabra de agradecimiento, mientras Brasil entera lloraba. Fue una tragedia
nacional.
Brasil abandonó para
siempre el color blanco de su uniforme, con la esperanza que los colores de su
bandera le dieran, en el futuro, más suerte. La “verdeamarela” se convirtió en
referente del fútbol mundial, en las siguientes 16 ediciones 5 Copas del Mundo
y país más laureado, pero “el Maracanazo” se convirtió en parte de la historia
del fútbol.
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