jueves, 24 de mayo de 2018

SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Todo el mundo sabe lo que es el Síndrome de Estocolmo, es el desarrollo de un sentimiento empático hacia tus captores durante un secuestro.
¿Cuándo y cómo se diagnosticó?

Todo parte a partir de un hecho real, el atraco de una sucursal del banco Kreditbank en la céntrica plaza de Norrmalmstorg en Estocolmo.

El 23 de agosto de 1973, Jan Erik Olsson entraba en la oficina bancaria encapuchado y armado con una metralleta y explosivos. La policía es alertada inmediatamente y dos agentes llegan rápido al lugar de los hechos, Olsson abre fuego e hiere a uno de ellos. El robo es un fracaso y el atracador se atrinchera en el banco con 3 trabajadoras y solicita a la policía 3 millones de coronas suecas, un vehículo, 2 armas y la presencia del su amigo Clarck Olofsson, que cumplía pena de carcel.
Olofsson era un conocido criminal sueco, sin embargo la policía accedió a enviarlo a la oficina bancaria. Allí, Olofsson tomó el control de la situación. Mandó desatar a las 3 mujeres y encontró a un joven escondido que llevaron a la bóveda de seguridad y, en lugar de mediar entre la policía y el atracador, se erigió líder del golpe.

Permanecieron 6 días, los últimos 4 en un espacio muy reducido ya que la policía había podido entrar y aislarlos. Rehenes y secuestradores jugaron a las cartas y a otros juegos, estableciendo lazos afectivos entre ellos.
Al sexto día, la policía soltó gas lacrimógeno en la bóveda y, a los pocos minutos, Olsson se rindió sin que hubiese heridos. Los rehenes se negaron a salir hasta que lo hiciesen los asaltantes por miedo a represalias en el lugar de los hechos y se despidieron con abrazos.
Los rehenes aseguraron que se habían sentido menos amenazados por sus captores que por las acciones de la policía que, finalmente, los rescató. El discurso era, más o menos, que Olsson y Olofsson eran más las víctimas de una sociedad enferma que unos malos realmente malos.

Así nacía el síndrome de Estocolmo, cuyo uso para definir el vínculo agresor-víctima se extendió un año después con el secuestro de Patricia Hearst, la nieta del editor Randolph Hearst (en la que se basa la película Ciudadano Kane) por parte del Ejército Simbiótico de Liberación. Tras donar la familia 6 millones de dólares a la organización terrorista, no se supo más de la joven. Dos meses más tarde fue fotografiada, rifle de asalto en mano, durante un atraco del SLA a un banco. Se había unido a la organización y cambiado su nombre por el de Tania. Sus abogados fueron los primeros en alegar ante los tribunales el síndrome de Estocolmo para intentar evitar una condena por robo, aunque no funcionó y acabó en la cárcel.
Este síndrome es más común en personas que han sido víctimas de algún tipo de abuso, como rehenes, miembros de sectas, niños abusados psíquicamente, víctimas de incesto o prisioneros de guerra o campos de concentración. La cooperación entre el rehén o víctima y el autor se debe en gran parte a que ambos comparten el objetivo común de salir ilesos del incidente. El nulo control sobre la situación por parte del secuestrado le lleva, al parecer, a intentar cumplir los deseos de sus captores que, por otro lado, se presentan como los únicos que pueden evitar una trágica escalada de los hechos. De esta manera, se produce una identificación de la víctima con las motivaciones del autor del delito y un agradecimiento al captor que, en ocasiones, lleva situaciones extremas.

Según los datos del FBI, más del 25% de las personas que son secuestradas sufren el síndrome de Estocolmo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario